Desde aquel día, en qué comencé mi camino de sumisión, mis fantasías y
miedos iban tomando color, mi profesor me enseño muchas cosas.
Ya no debía llamarlo por su nombre, debía dirigirme a él como
"amo"… nuestros encuentros eran cada 15 días, me pasaba a buscar por
alguna calle desolada, y sin decir palabra, me debía subir a su auto en la
parte de atrás. Mi amo, ya tenía una venda sobre el asiento lista para que me
la colocara.
Cada sesión aprendía algo nuevo, me explicaba el protocolo, que una sumisa
debe seguir, como dirigirme a él y como quería que fuera.
Me azotaba, ataba, castigaba y premiaba, establecimos límites que con el
tiempo fuimos atravesando.
Me acostumbre a su olor, a sus
pasos, a su vos.
Conocí el sabor de su pija en mi boca, aprendí a llegar a encontrarme con
sensaciones tan extremas que jamás ni siquiera imaginé que podían sentirse,
pero algo quedaba incompleto, algo faltaba, lo podía notar en el rostro de mi
amo.
Por ese tiempo, yo era una chiquilla de no más de 18 años, nunca había estado
con un hombre antes.
Cuando se lo dije a mi amo, en cierto modo le alegro esa situación, pues,
así lo demostró con una mueca sarcástica.
Hoy es el gran día me dijo, hoy por fin vas a ser mía… no presté mucha
atención a sus palabras.
El encuentro de esa fría tarde de invierno, comenzó sin nada nuevo ni
especial, nos encontramos, fuimos hasta esa fábrica de muebles, un poco vieja,
pero que fue cómplice de nuestros encuentros, que fue testigo que lo que de a
poco se fue construyendo entre nosotros.
Me encontraba acostada boca arriba en una cama de un chillido bastante molesto, mis manos estaban atadas a la cabecera, mis ojos cerrados, por orden de mi amo.
Sentía su lengua juguetear con mis pezones, su mano exploraba con mucho
interés mi vagina, deteniéndose
Solo para mojar sus dedos en mi boca, para seguir con su tarea.
El fuego que me invadía cada vez que estaba con mi amo, era inconfundible,
me recorría de los pies a la cabeza, estaba a punto de llegar al éxtasis, pero
él se detuvo de repente, ya conocía de memoria mis movimientos y mis tiempos.
Separó mis piernas y quedó encima de mi cuerpo, quise mirarlo, pero no me
animé a contradecir una orden de él, su pija se iba penetrando mi vagina,
en una reacción involuntaria mis piernas se abrieron aún mas para darle lugar,
un gemido se escapó de mí.
Lo sentí gemir, sus movimientos era rápidos, mordisqueaba mis labios, a
medida que me tomaba del pelo, parecía alguien tan distinto él en cada
encuentro…
Siempre fue muy ordenado, muy prolijo, nada demostrativo, sin embargó ahora
era como un chiquillo rebelde y salvaje.
Terminó como un salvaje, sentí los espasmos de su pija muy dentro mío… me
regaló una exclamación como de agradecimiento, besó mis labios y me sonrío, se
recostó a mi lado y un silencio de paz nos envolvió.
Ese fue el momento que marcó un nuevo rumbo en mí, a partir de ese día me
sentí otra persona, más segura, con más ambiciones…
Como que el mundo estaba a mis pies…
El tiempo me hizo volver a una realidad, no tan grata.