lunes, 28 de enero de 2013

MI PRIMER AMO (PARTE 1)


Corría el invierno del año 1996,el internet empezaba a ser furor, la cuestión era saber utilizarlo, que precisamente no era mi fuerte.

Mi padre decidió inscribir nos a mis hermanas y a mí en una academia para tener conocimientos mínimos aunque mas no sea, con el objeto de ser de utilidad para temas escolares.

El profesor que nos tenía a cargo era un hombre alto, robusto, de mirada fría y penetrante, de muy pocas palabras y nada de simpatía.

Sin embargo había algo en él que me atrajo desde el primer momento en que lo vi, obviamente por esos tiempos estaba mal visto que una joven mujer de buena familia hiciera algo indebido, y buscar conversación con un hombre mayor, era una locura.

Pasaron las semanas el curso de computación estaba muy avanzado, casi llegando a su fin, me sentía importante, saber manejar la computadora era para presumir.

Una tarde el profesor se distrajo un segundo en un alumno nuevo, quise probar mis aptitudes aprendidas y escribí en el teclado la palabra BONDAGE, di enter y ahí apareció en la pantalla de mi pc.

Parecía mágico, montón de sitios y explicaciones, fotos, estaba en mi mundo, no podía dejar de mirar extasiada todo, era tanto, era sentirme de nuevo yo, era saber que no tenía nada malo.
Absorta en la pantalla, no me di cuenta de que mi profesor estaba parado detrás mío, observándome, recuerdo que sentí su respiración y se me helo la sangre, no atinaba a nada, se me acerco al oído, susurro unas palabras, cerro las ventanas abiertas y se retiró en silencio.

Sentía que la cara me ardía, las manos me temblaban y el corazón latía con tanta fuerza que creí que iba a estallar en mi pecho.

Recuerdo que no quera que terminara la hora, para no tener que enfrentarme con él después de lo que había visto.

La hora termino, mi profesor se me acerco, me saludo con palabras distantes como siempre lo hacía, como si nada hubiese pasado, estábamos saliendo del aula con mis hermanas cuando retumbo en mis oídos la voz de él pidiéndome que regresara, que se había olvidado de entregarme el trabajo corregido.

Fueron los 12 pasos más largos de mi vida, me acerqué a su escritorio con mi cabeza inclinada hacia abajo, mi mirada perdida en el triste mosaico de un rojo desgastado.
Sin mediar palabra, extendió su mano, y me entrego la hoja de papel con su calificación impresa en él. 

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